The Totonac kingdom, legendary for being the creators of chocolate as well as other products that shaped the world like tomatoes, cocoa, corn, beans, pumpkins, papayas, and vanilla, was also renowned for its artisans. They were celebrated for their use of colors, smiling face motifs, dance, unique construction techniques, and their unparalleled jewelry.
Papantla, "the city that perfumes the world" with the aroma of vanilla and chocolate, was the heart of this kingdom and is home to three World Heritages: El Tajín (archaeology), the gastronomy, and the famous Voladores dance flight. This people were unique in their region and in human history for their utmost respect for environmental preservation while achieving maximum productivity.
I`m the granddaughter of Don Genaro Vargas, founder of the unique jewelry workshop La Bola de Oro in 1898. He brought together a lineage of the region's best artisans, as well as masters from Italy, infusing their creations with their own values and personality, such as perfectionism and punctuality. They opened every day, including Sundays, for 125 years, except when the founder's wife passed away.
I had lived off this business all my life and expanded it towards regional style fashion. However, this legacy is on the verge of disappearing as the value of the beautiful Totonac jewelry is not recognized by the young population of the place, nor can it meet their current purchasing power or the insecurity of the area.
The last artisan still runs the business, and the specialized machinery that once worked non-stop is now full of dust and preserved hidden along with the molds and designs.

UN POCO DE HISTORIA...
Mi abuelo Genaro Vargas Tapia, oriundo de Puruándiro, Michoacán, llegó a Papantla, Veracruz cuando las revueltas en el bajío, eran la antesala de la Revolución Mexicana en 1910.
Artesano joyero y relojero, Genaro -quien había aprendido el oficio de su padre- fundó un negocio que desde 1898 ha sido el sustento para tres generaciones en la familia. Hasta la fecha actual, la joyería sigue brindando servicio como desde hace 125 años a la población papanteca y totonaca.
Papantla, fue fundada en el año de 1230 D.C por indigenas de Tuzapan quienes llegaron a dominar la extensa región donde floreció la cultura totonaca, creadora de la imponente ciudad de El Tajín "la ciudad del trueno", y depositaria de tres patrimonios de la UNESCO: El Tajín, La danza de los Voladores y la Vainilla.
Mención aparte, Papantla fue uno de los primeros poblados españoles, se denominó así Santa María de la Asunción, convirtiéndose en cabecera del Totonacapan o región de los Tres Corazones "Tutunakú" en lengua totonaca.
El nombre proviene de la voz náhuatl Papan : pájaro muy ruidoso y Tlan: lugar de papanes, éste es el significado más aceptado por los historiadores.
Las primeras referencias históricas acerca de la vainilla hablan del emperador azteca Itzcóatl (1427-1440) conquistó a los totonacas, antes denominado como “Totonacapan”, dentro del cual se encuentra la región vainillera, por lo que estos al ser conquistados tenían que pagar tributo, entre ellos, la vainilla (solamente los frutos) llamado en náhuatl “tlilxochitl” que significa flor negra. En totonaco “zacanatanuxanath” que quiere decir vainilla madura y negra. Después se dispersó por el resto del territorio debido a que estos pequeños lujos se conseguían a través del comercio con regiones vecinas.10 Además, sus conocimientos botánicos sobre la planta que producía la vainilla eran limitados, porque la designaron como tlilxochitl, que significa «flor negra».
Tradición artesana y joyera

Los Totonacas adquirían su ajuar de bodas; La Garantilla o Nacú y los famosos aretes largos que las mujeres lucían el día que contraían nupcias.
Durante sus casamientos los totonacas tenían la costumbre de proveer a la novia totonaca dotándola del ajuar que consistía en aretes largos en diferentes diseños y además gargantillas de corazón adornadas con piedras en vividos colores, no podía faltar el anillo de palma para el contrayente y la futura esposa, una finísima hechura de oro, tan delgada que parecía aprisionar el dedo de los futuros contrayentes para nunca más volver a salir. Los había de dos grosores: delgado y de palma.
El día de la adquisición del ajuar significaba un gran acontecimiento para ambas familias totonacas, venidos en gran mayoría desde la sierra de Papantla en autobús a una hora de distancia, tanto la familia del novio, como la de la novia, quien tenía la ultima palabra en el momento de la elección. Después de elegir su ajuar, con un simple No, podía hacer que horas y horas de venta quedarán perdidas. Y entonces, ella giraba salía del negocio y la seguían detrás los parientes.